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Eran las cinco de la madrugada del martes de la semana pasada, cuando una llamada de teléfono nos despertó a mi esposa y a mí. Sobresaltados, lo primero que pensamos es lo que se nos ocurre a todos a esas horas: quién se ha muerto.
Efectivamente, mi suegra estaba al otro lado del aparato, confirmándonos que mi abuela política, Josefa, había fallecido. La segunda madre de mi mujer nos había dejado sin su parte terrenal y ahora únicamente viviría eternamente en nuestros corazones.
A partir de ese momento lo de dormir ya fue una utopía, como es obvio. La cabeza a dar vueltas repartida entre recuerdos de la abuela y los pasos que debíamos hacer esa mañana para preparar nuestra partida al pueblo. Las siete u ocho horas de viaje, la escuela de la pequeña, el trabajo de mi pareja, las comidas del día… preparativos varios con la única finalidad de poder estar en el tanatorio ese mismo día y darle el último adiós a la que fue el nexo principal, el pegamento que todo lo unía, de mi otra familia.
¿Por qué te cuento todo esto?
Porque en momentos como estos es imperativo parar a reflexionar sobre lo que nos va ocurriendo, sobre como el tiempo es inexorable y no espera a nadie, sobre el valor de aquello que nos acompaña en el camino.
Todo en la vida tiene un precio.
Ese precio estamos acostumbrados a abonarlo en euros, en dólares, en pesos… lo que sea. Por eso pongo tanto ímpetu en que lo ganes, lo ahorres, lo inviertas, ya que tener dinero es de las cosas que más impactará en tu calidad de vida.
El dinero no da la felicidad, te da la libertad para poder buscarla.
Pero hay algunos temas que ni todo el dinero del mundo puede comprar, que están por encima de cualquier plan, deber o placer y se pagan con otra moneda: el amor.
La abuela Josefa pagó con mucho amor toda su vida y, cada uno a su manera, supimos cobrarnos aquello que ella estaba dispuesta a compartir.
Siento que los pequeños detalles, como coger el coche para ir a despedirla o juntar aquí un par de letras para recordarla, me ayudan a pagar la cuenta pendiente que todos tenemos con nuestras abuelas, sean de sangre o no.
Yo la seguiré pagando… con mi recuerdo, con amor. 🤍
Haciendo cosas
Como habrás comprobado, esta edición de la newsletter se ha salido un poco de lo habitual, espero que puedas entenderlo. Te prometo que la próxima volverá a los temas habituales, haciendo especial hincapié en las finanzas personales y las reflexiones vitales, que es lo que esperas de mí cuando me lees.
De todas formas, tras bambalinas siguen ocurriendo cosicas, como las guías que estoy preparando sobre finanzas, nuestra próxima mudanza este mes (¡¿otra?!) o el salto de la escritura al audio.
Todo esto te lo podré contar ya con pelos y señales en la próxima edición. Espero encontrarte por aquí… si tú quieres.
Josefa
Que bonitas palabras Daniel, un abrazo enorme
Un abrazo para toda la familia. Estos momentos duelen, pero saber que se ha tenido al suerte de compartir el mundo con personas que dan tanto sin pedir nada es un lujo que pocos alcanzan.